Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las trompetas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la trompeta, el pueblo gritó con gran vocerío, y el muro cayó a plomo. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron.” (Josua 6.20)
En Aristóteles, por ejemplo, el ideal de la felicidad estaba en la vida contemplativa del que con paz y tranquilidad puede meditar, y la tradición de las filosofías orientales ha hecho del silencio condición indispensable para la riqueza de la vida interior.
Los sibaritas(Sibari) llegaron a prohibir que se establecieran herreros, ni carpinteros, ni siquiera animales escandalosos, como el gallo.
Séneca a Lucilio: salud
Moriré ya que el silencio es tan necesario como parece para el que quiere retirarse al estudio. Y así me hallo rodeado de un griterío abigarrado: habito sobre unos baños. Figúrate todos los tipos de gritos que pueden repugnar a los oídos: cuando los atletas más fuertes hacen ejercicio y bracean con las manos cargadas de plomo, cuando se fatigan o hacen el fatigado, siento los gemidos….Añade todavía al buscar razones, y el ladrón sorprendido en su delito, y el cantarín que percibe que en el baño su voz es la mejor; añade a los que saltan a la piscina con gran estruendo del agua removida. Además de estos, los cuales, al menos, hacen uso de la voz natural, figúrate al depilador, que a menudo tiene una voz aguda y estridente, para hacerse más de notar y que no calla nunca, salvo cuando depila unas axilas, y en lugar de él, hace chillar a otro; Figúrate todavía el pastelero, y el salchichero, y el confitero y todos los proveedores de tabernas que venden las mercancías con su cantinela característica.
Entre los ruidos que suenan a mí alrededor sin distraerme, pongo los carros que pasan por la calle, y el manitas que vive bajo mi casa, y mi vecino el serrador, y aquel otro que cerca de la (fuente)ensaya las trompetas y flautas, y que más que cantar, aúlla.
Julio César prohibió la circulación de carruajes en Roma a determinadas horas del día para anular las molestias que causaba el ruido que producía su tránsito por las calzadas empedradas.
Nadie como Marcial para describir en coloridos bodegones y cuadros callejeros la agitación, el ruido, de la vida romana. Marcial conoce bien Roma y sus gentes: de sus obras podría levantarse un plano de la misma –estrechas y reducidas callejas, barro, pretores, negras tabernas, barberos, lateros, pregoneros carniceros- y pintarse un cierto retrato de sus gentes: el comensal parásito, los borrachos, el presumido, el adulador, el abogado charlatán, etc.
“Por cierto, señor –respondió Sancho-, que vuestra merced sea muy bien obedecido en esto, y más, que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias; bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defiende de quien quisiera agraviarle.” (Fragmento del Capítulo VIII del Quijote).
“El ruido es una antigua tara civilizatoria” Es un residuo, afirmaba Ramón Martín Mateo.
El ruido es el mayor enemigo de la inteligencia (…) Únicamente las sociedades modernas lo combaten” indica Félix de Azúa.
Oiase a través de las turbias ondas un gran ruido. Lleno de horror que hacia retemblar las dos orillas semejándose a un viento impetuoso impelido por contrarios ardores que se ensaña en las selvas y sin tregua las ramas rompe y desgaja; y las arroja fuera; y marchando polvoroso y soberbio. Hace huir a las fieras y a los pastores… (Canto nono). (El infierno de Dante)
“Esta Alcaldía Presidencia ha observado que los ruidos de esta Villa y Corte aumentan hasta hacerse intolerables.
Jóvenes sin escrúpulos, que gustan de ostentar prepotencia y mostrarse ante sí mismos y los demás superiores a cualquier norma y acatamiento, vociferan con tal estruendo o producen tales ruidos con las máquinas de correr que llaman motocicletas, que impiden el sueño apacible y reposado que el trabajo cotidiano de nuestros vecinos requiere. Agavíllanse en ocasiones estos jóvenes, por lo común adolescentes, para que el número aumente el estruendo y fortalezca la impunidad de su deplorable conducta.
A veces, no ya los jóvenes, sino los adultos, caen en parecido incivismo y descuido alzando considerablemente la voz de los ingenios que reproducen el sonido, mientras tienen los postigos y las vidrieras de ventanas y balcones abiertos, con lo que perturban, particularmente de noche, la sensibilidad y el ánimo de los vecinos, moradores o viandantes.
No faltan tampoco quienes hablan con voz estentórea, gritan o anuncian mercancías, o tocan instrumentos musicales sin el debido y solícito recato, molestando a quienes duermen sobre todo en las horas de descanso que corresponden a la siesta.
Por cuya razón, velando por la paz y el sosiego de esta Villa, encarezco a sus habitantes cuiden de su comportamiento para no añadir a las molestias y congojas que toda ciudad grande ocasiona, las que nacen de la mala educación y poco civismo.”(Tierno Galván)
Como indicaba Fray Luis de León:
Qué descansada vida
La del que huye del mundanal ruido
Y sigue la escondida
Senda por donde han ido
Los pocos sabios que en el mundo han sido ¡
Joaquín Sabina…hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.
Se borraron las pisadas, se apagaron los latidos,
Y con tanto ruido no se oyó el ruido del mar
Mucho, mucho ruido, tanto, tanto ruido
Mucho, mucho ruido, Ruido de tijeras,
Ruido de escaleras que se acaban por bajar.
“Las obras comenzaron a traición un lunes a las ocho en punto de la mañana. No hubo preludios ni oberturas, nada que hiciera presagiar lo que se avecinaba. ¿Habrían sido distintas las cosas de haber recibido antes un gentil aviso de que ya podía ir despidiéndome de la paz y el orden durante una temporada? Sea como fuere, el inicio de las obras me pilló en la cama, lamentablemente sola, pues ciertos tragos resultan más llevaderos si una está acompañada, pero desde mi divorcio los retozos en equipo brillaban por su ausencia. Acababa de abrir los ojos y como cada mañana trataba de hacer acopio de valor y energía para levantarme cuando, de repente, una serie de violentos martillazos que parecían salir justo de debajo de mi almohada hicieron retumbar de forma ominosa el suelo y las paredes y convirtieron en zona catastrófica el cálido y delicioso habitáculo donde segundos antes remoloneaba,…. Expulsada de la cama por los martillazos, me precipité a la ducha con el corazón en un puño y a tal velocidad que probablemente batí una marca personal.” (Mercedes Abad, “El vecino de abajo” (Alfaguara, 2007)
“[…] Yo soy un hombre y, en ocasiones, me entran ganas de cantar. Pero soy consciente de que si hay alguien cerca de mí, estudiando, leyendo o durmiendo, quizás pueda molestarle. Por lo tanto, a pesar de lo grandes que sean mis ganas de cantar o de dedicarme a la recitación de poemas clásicos chinos, me reprimiré si tengo cerca a alguien que necesita silencio para llevar a buen término su tarea. Pues bien, lo mismo tenéis que hacer vosotros. […]” (Natsume Soseki, “Soy un gato” (1906), (Impedimenta, 2010)
“[…] Es triste que en un país la idea de fiesta incluya con tanta regularidad la ocupación vandálica de los espacios comunes, el ruido intolerable, las toneladas de basura, el maltrato a los animales, el desprecio agresivo por quienes no participan en el jolgorio: mucho más triste es que la autoridad democrática haya organizado y financiado esa barbarie, la haya vuelto respetable, incluso haya alentado la intolerancia hacia cualquier actitud crítica. Cualquier objeción es una injuria contra la comunidad entera. Y quién se atreverá a disentir desde dentro, a actuar como renegado o traidor y aceptar el ostracismo.” en al oído. […]”(Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido” (Seix Barral, 2013)
”Entramos en un bar para que don Alonso comprobara por sí mismo el milagro de la televisión. La pantalla estaba encendida, pero ninguno de los parroquianos la contemplaba. Algunos se hallaban ensimismados con los móviles, y otros simplemente conversaban a voz en grito. Esto último lo advirtió enseguida nuestro hidalgo: -¿Por qué hablan a gritos? ¿Es que están sordos o enojados? Parecen más bien alegres con sus libaciones. Son hombres y mujeres, y ellas no tienen aspecto de rameras. […] -[…] Uno de estos días iremos a Toledo y luego a Madrid. Ya verá usted lo que es bullicio” Amando De Miguel, “Don Quijote en la España de la reina Letizia” (Stella Maris, 2016)
La poesía es silencio.
El silencio
de Federico García Lorca
Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo.
…
y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio. (Andrés Eloy Blanco)-