El autor reflexiona sobre la contaminación acústica en la hostelería

Se acabaron las tertulias y las sobremesas. Se terminó el diálogo en la comida. El café tertulia ha fenecido.Se trata de comer y salir corriendo, y si tenías algo que decirle al presunto contertulio, ya se lo dirás en la puerta, cuando salgas del restaurante del infierno. O por whatsapp dentro o fuera del restaurante.

¿Qué ha sido de esos sitios donde lo agradable era charlar durante el evento gastronómico?

Hay que hacer en Sevilla una clasificación, no sólo de dónde ponen los mejores caracoles, ensaladillas, menudos o pringás, sino también donde se puede hablar de fútbol, amor, negocios u otros. Por el mero placer de hacerlo.

Quizás sea una publicidad insólita: “En mi local podrá usted hablar con sus comensales”. Sin gritar. Cuando vas a un bar, restaurante o café, es normal experimentar situaciones en las que el nivel de ruido es tan elevado que se hace difícil mantener una simple conversación. Cabe entonces que nos preguntemos: ¿cuáles son las condiciones acústicas apropiadas para este tipo de actividades? o ¿qué es lo deseable?

El ambiente acústico debe adaptarse a cada local. No obstante hay algunas consideraciones de carácter general, tres ideas fundamentales. La primera es que es necesario controlar el ruido de fondo. Deriva de la interrelación de todas las fuentes; no es inteligible; no comunica un mensaje directo. Es un guirigay. Un murmullo molesto.

En segundo lugar, la privacidad de la conversación. Intenta que ésta se limite a nuestro grupo. A todo, o al menos a parte.

Y en tercer lugar, que no se requiera para dialogar un esfuerzo extraordinario, ni una heroicidad. Que llegue con claridad el mensaje al receptor. Todo ello depende del diseño, del espacio del local, en cuanto a su forma, volumen, tamaño, revestimientos, mobiliario, aforo, etcétera.

Las soluciones son técnicamente posibles. Grandes alturas y volúmenes, asientos sin tapizar, mesas lisas y sin manteles, falta de cortinas, grandes espacios vidriados, espacios acoplados, barras y cocinas adjuntas. Todo ello aumenta el ruido. Aumenta el tiempo para que la energía continúe y no se absorba, sino que se replique.

Nos referimos, incluso, a locales y restaurantes sin música ambiental y ¡sin televisor!, una rara avis en nuestros días.

La causa de esta horrible situación es resultado del estilo actual de los restaurantes de moda, los suelos y los techos de hormigón descubiertos, que los salones sean tremendamente estruendosos. Los sonidos de las conversaciones se reflejan en paredes y suelos con una pérdida de energía muy pequeña. Rebotan y se mantienen más tiempo.

El ruido parece que se hace perenne, acoplándose a siguientes y coetáneas conversaciones. En esto, las personas hablan más alto para intentar infructuosamente que se les oiga, lo que produce un aumento del nivel de ruido. Efecto bucle, bola de nieve y espiral de contaminación acústica. No es sano. Es incómodo. Este efecto es conocido y se produce en locales reverberantes.

Se llega a elevar el nivel de la voz hasta 12 dBA sobre el nivel normal (que es de 65 dBA) para mantener la conversación próxima. Esto trae como consecuencia estrés acústico (sales del local atolondrado), irritación de garganta, incomodidad y malestar. Y no repetir la visita. El primer comentario al salir: ¡qué ruido había ahí dentro! Un infierno de gente gritando. Un lugar hostil. No pidas nada más, ni el postre, que no aguanto más. El infierno de Dante.

¿Tratan las normas autonómicas y municipales sobre esta materia para dar las licencias? Evidentemente, pero tanto las mismas han sido insuficientes (los proyectos cumplen, el papel se deja poner todo, pero no se verifica con eficacia, no se comprueba) dado el estado de “sonómetros caídos” de nuestros funcionarios de la Delegación de Medio Ambiente.

El tiempo de reverberación en restaurantes, bares, comedores vacíos o similares no será mayor que 0,9 s. Las mediciones de los tiempos de reverberación se realizarán conforme a la UNE-EN ISO-3382. “Una conversación entre cuatro personas sentadas en una mesa de una terraza, genera niveles LAeq 5s superiores a los 45 dBA establecidos para un área acústica residencial en horario nocturno y los 55 dBA en horario diurno.

Aplicando estrictamente las exigencias establecidas para actividades en la legislación vigente, este tipo de actividades no podrían establecerse ni siquiera en áreas acústicas de uso industrial, en las que el límite para el periodo nocturno es de 55 dBA.