Los efectos no auditivos seguramente sean más graves: insomnio, estrés, disminución del rendimiento laboral y escolar.

Por un lado, los motores de coches y motos, los aviones, la gente saliendo de los bares por la noche; por otro, el volumen alto en los auriculares, las discotecas, los locales mal insonorizados, el transporte público. Son muchos y muy variados los impactos que reciben nuestros oídos a lo largo del día, especialmente en las grandes ciudades, donde el bullicio llega a ser constante.

Todo ello es ruido, un estímulo para el oído que se entiende como cualquier sonido no deseado y nocivo para la salud. Y no sólo daña el oído, sino que puede tener efectos dañinos en todo el organismo. Lo más preocupante es que el ruido se ha convertido en el contaminante más ubicuo en toda Europa y, como consecuencia, en un problema de salud pública.

Los efectos no auditivos seguramente sean más graves: insomnio, estrés, disminución del rendimiento laboral y escolar

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece como límite seguro para salud los 65 decibelios, que es, más o menos, el nivel de ruido que se alcanza en una conversación sosegada. Según un informe del Observatorio de Salud y Medioambiente de DKV, publicado en 2015, este es un nivel agradable para la vida social. Para que el descanso sea reparador, el máximo debe ser 30 decibelios, que es el rumor de un frigorífico, por ejemplo.

El peligro ya empieza a estar a partir de los 70 decibelios, que es el nivel del tráfico rodado normal. El motor de un autobús ya son 80 decibelios. La sirena de una ambulancia alcanza los 100 decibelios. El motor de un avión o un concierto de rock, los 120 decibelios. A este nivel ya existe la necesidad de salir de ese ambiente, y se pueden producir lesiones en los nervios del oído interno y alteraciones fisiológicas.

Sin duda, el ruido causa traumas acústicos, que pueden ser transitorios o permanentes, dependiente de la intensidad y de la duración del ruido al que hayamos estado expuestos. Pero los efectos no auditivos seguramente sean más graves: insomnio, estrés, disminución del rendimiento laboral y escolar, problemas de aprendizaje e incluso aumento de problemas cardíacos e hipertensión.

La principal fuente de ruido ambiental a la que está sometida la población es el tráfico

Sin embargo, como explica el presidente de la Comisión de Otoneurología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, el Dr. Luis Lassaletta, es difícil definir qué ruidos afectan más. “Cualquier presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones que impliquen molestia o daño es contaminación acústica”, señala Lassaletta, que además es jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital La Paz de Madrid.

La principal fuente de ruido ambiental a la que está sometida la población es al tráfico. Según un estudio del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, representa el 80% de la exposición al ruido. La clasificación se completa con un 10% de ruidos de la industria, un 6% de los ferrocarriles y un 4% de las actividades de ocio.

El ruido del tráfico es un problema severo en las grandes ciudades. Como señalan Julio Díaz, Jesús de la Osa y Cristina Linares en un artículo sobre el ruido del tráfico publicado en el último número de la revista FIAPAS, cuando una persona está sometida al ruido del tráfico, se activa su sistema reticular –una zona del cerebro responsable, entre otros, del estado de vigilia. Ese mecanismo produce el vertido de hormonas que responden al estrés, como la adrenalina, la norepinefrina y el cortisol, lo que explicaría la conexión entre el ruido y los problemas cardiovasculares.

Y según datos de la OMS, el 40% de la población de los países de la Unión Europea está expuesta a niveles de ruido de tráfico superiores a los 55 decibelios y un 20 % a más de 65 decibelios. Además, durante las horas nocturnas, hasta el 30 % de los europes tienen que soportar más de 55 decibelios, que es el límite que establece la organización para tener un sueño reparador.

Además, un reciente trabajo publicado la semana pasada en la revista Otolaryngology, ha estudiado los niveles de ruido a los que se exponen las personas que viajan en transporte público. El investigador principal, el Dr. Vicent Lyn, de la Universidad de Toronto (Canadá), explicó en un comunicado que, gracias a esta investigación, llevada a cabo en el transporte público de la ciudad canadiense, han podido comprobar que una exposición excesiva y habitual al ruido conduce a patologías graves como depresión, ansiedad, aumento del riesgo de padecer enfermedades crónicas y mayor riesgo de sufrir accidentes.

Españoles bajo el ruido

España es el segundo país del mundo, después de Japón, con más índice de población expuesta a altos niveles de ruido: cerca de 9 millones de ciudadanos soportan niveles medios superiores a los 65 decibelios, según recoge el citado informe de DKV. Con respecto al tráfico, casi el 67 % de los habitantes de capitales españolas con más de 250.000 habitantes está sometida a niveles de ruido superiores a los 55 decibelios.

Por cada decibelio por encima de esos 65 de límite, aumentan un 5,3% los ingresos hospitalarios, principalmente por causas cardiovasculares. No obstante, el Dr. Luis Lassaletta sostiene que lo más frecuenta en consulta, en España, es el trauma acústico crónico. “Gente que, por su ocupación, ha estado expuesta a ruidos fuertes y su oído interno está dañado”.

En un país absolutamente ruidoso como es el nuestro, hay que trabajar más en la concienciación

Normalmente, cuando una persona ha estado expuesta a un ruido fuerte como el de una discoteca, el de fuegos artificiales o el de disparos, el daño agudo se manifiesta con una pérdida de audición transitoria o acúfenos (percepción de ruidos fuertes en el oído). “Es algo normalmente transitorio que con el descanso desaparece, pero si la exposición es repetida, a la larga puede traer consecuencias”, añade. Por ejemplo, estar expuesto a los ruidos de ocio nocturno, que suelen superar los 100dB, durante más de cuatro horas seguidas, produce este tipo de deterioro auditivo.

Y en aquí, ¿qué tal vamos de audición? Lasssaletta indica que no hay estadísticas a nivel de la población española general. “A determinada edad es difícil separar las causas genéticas de la pérdida de oído, de la exposición al ruido, la medicación que se haya tomado e incluso la alimentación”. Además, en un país “absolutamente ruidoso” como es el nuestro, hay que trabajar más en la concienciación, especialmente entre la gente joven. “En general, sabemos muy poco sobre cómo cuidarnos la audición, pero es importante resaltar que la audición que tengamos de mayores dependerá de cómo mimemos nuestros oídos desde ahora”.