Jesús Jordano Fraga | Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Sevilla. Pionero del Derecho ambientalista en España, este profesor ha dedicado sus esfuerzos a temas como el ruido en las ciudades, las catástrofes naturales o el urbanismo

A la calle del Infierno de la Feria del Abril le viene el nombre pintiparado. Ruido, luces, petardos, olores, sirenas, música a todo volumen…

Este infierno que para una persona sin problemas puede ser incómodo a las que tienen autismo les resulta insoportable por su «especial sensibilidad demostrada biológicamente, porque para ellas es como si oyeran esos sonidos amplificados por 15», dice Rafael Jorreto.

Es el presidente de la Asociación Sevillana de Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista (TEA) de nivel 1 o alto funcionamiento que conlleva dificultades en procesar adecuadamente los estímulos relacionados con la comunicación social.

El colectivo, que representa a las 400 familias inscritas, ha pedido al Ayuntamiento de Sevilla que la calle del Infierno esté un día 4 horas «sin ruido, solo con el necesario y, por tanto, más silenciosa y tranquila porque los estímulos de la zona de atracciones que normalmente los demás pueden soportar, para estos niños y jóvenes suponen una sobrecarga sensorial por encima de su umbral tolerable, a veces incluso dolorosa, provocándoles ansiedad extrema, crisis, bloqueos y ataques de pánico», destaca Jorreto.

«Esto que digo tiene una base biológica —explica— que está en la fase embrionaria. Cuando el cerebro se está desarrollando llega lo que se llama la poda neuronal por la que se eliminan neuronas que no hacen falta. Se ha demostrado que el cerebro de una persona con este tipo de síndrome tiene más neuronas sensiorales que el de otras. Ellos lo perciben todo mucho y les cuesta filtrar un estímulo. Por ejemplo, yo puedo estar hablando por teléfono en un espacio con ruido pero sé que hablo por teléfono y me concentro en eso porque puedo filtrar. Ellos, no. No tienen discapacidad intelectual ni problemas formales del lenguaje, pero sí en procesar los estímulos relacionados con la comunicación social».

Este padre destaca que no es un capricho lo que piden sino una necesidad para cientos de afectados — «tenemos 400 en la asociación diagnosticados pero hay muchos más»— de todas las edades que no pueden disfrutar de estas atracciones.

«Es más —apostilla— yo creo que si no hubiera tanto ruido iría más público aunque no tenga TEA». Dice esto porque durante la pasada Navidad en la zona de la Alameda instalaron atracciones «y el Ayuntamiento dispuso que no debían hacer ruido para no molestar a los residentes y aquello estaba lleno, a tope. Tuvo un éxito tremendo».

Pero Jarreto va más lejos. «Hay una iniciativa similar a la que pedimos en la calle del Infierno—dice— desarrollada en la localidad malagueña de San Pedro de Alcántara que reserva dos horas sin música y luces para facilitar la participación de niños autistas».

Lamenta que la fiesta mayor de Sevilla no pueda ser compartida y disfrutada por estas personas y sus familias, por lo que solicita «el apoyo de los ciudadanos solidarios para pedir al Ayuntamiento que se reserve un día en cuya tarde haya cuatro horas sin ruidos ni música en la calle del Infierno para que los niños y niñas Asperger o, en general, dentro del espectro autista puedan disfrutar de la feria». La asociación ha enviado una carta al Ayuntamiento solicitando esta medida y el Consistorio, según dijeron fuentes municipales a ABC, afima que va a reunirse con ellos para estudiar esta medida.

A pesar de que los ruidos son barreras para estos afectados, jurídicamente no hay normativa que los ampare.

En la Federación Provincial de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Sevilla (Fams-Cocemfe), afirman que este tipo de discapacidad no está regulada como otras que conllevan la eliminación de obstáculos y la adopción de medidas.

Jarreto no lo entiende porque «ellos también tienen una dificultad pero no se ve como la de un discapacitado físico que no puede andar y al que sí le ponen una rampa», termina.

Fuente: sevilla.abc.es