El ruido procedente del ocio nocturno en Zaragoza vulnera los derechos fundamentales de la ciudadanía y genera un problema de salud pública. Los movimientos vecinales y la “democratización de la tecnología” están consiguiendo visibilizar que la Administración ha ocultado este problema durante más de tres décadas.
La llegada del fin de semana supone para la mayoría de las personas una inyección de optimismo ya que se abre un periodo en el que se pueden realizar nuevas actividades que suponen la recuperación de los efectos del estrés cotidiano acumulado durante la semana. Sin embargo, para los residentes del casco histórico de Zaragoza implica ‘entrar en un infierno’ que dura desde la noche del jueves hasta la mañana del domingo y, durante el cual será difícil conciliar el sueño, y descansar, como consecuencia del ruido que produce el ocio nocturno entre las once de la noche y las siete de la madrugada.
Algunas personas residentes en el casco histórico de Zaragoza han comenzado a trasladarse a casa de familiares o de amigos durante las noches del fin de semana, como única alternativa al problema de ruido en la calle que generan las terrazas y la gente que se acumula en las puertas de los bares. Solamente se puede descansar si hay suerte y se producen lluvias generalizadas en la ciudad durante el fin de semana, fenómeno altamente improbable si tenemos en cuenta que Zaragoza tiene un clima semidesértico.
Ojala llueva el fin de semana…
La consecuencia más grave del ruido nocturno en la capital aragonesa ha sido crear un problema de salud pública en muchas zonas de la ciudad, además de una repetida vulneración de derechos fundamentales. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?, la respuesta es sencilla: la inacción de los diferentes consistorios que han gobernado la ciudad desde 2003. Esto lo corrobora el hecho de que sea, probablemente, la única ciudad de España cuya ordenanza de ruido es anterior a la Directiva Europea de ruido de 2002 y a la Ley de Ruido de 2003. Evidentemente, este limbo normativo ha sido aprovechado por una parte de la hostelería, para desarrollar un modelo extractivo de ocio que degrada la calidad de vida de la ciudadanía.
La ciudadanía tiene dos opciones si quiere saber el nivel de ruido de la calle, convencer al Ayuntamiento para que haga las mediciones o contratar a una empresa especializada
Además, el Ayuntamiento de Zaragoza y el gobierno de Aragón han sido refractarios a cualquier medida de control sobre el ruido nocturno. Así, mientras en todas las ciudades es obligatorio en los locales con música, desde hace décadas, la instalación de limitadores conectados a la policía local, en Zaragoza los equipos de música pueden emitir sin control. Otro ejemplo es el horario de las terrazas, cuya ordenanza contempla la reducción del mismo si hay problemas de ruido, sin embargo, casi nunca se ha aplicado aunque las molestias son evidentes.
Sin mediciones no hay problema de ruido
Cuando se creó la Asociación Stop Ruido Casco Histórico de Zaragoza, en 2018, las vecinas y vecinos que la integran se dieron cuenta de que en Zaragoza no existían datos de ruido que se generaba en la calle los locales de ocio. Además, cuando solicitaron al Ayuntamiento que hiciera mediciones, la mayor parte de las veces ni siquiera les contestaban y, cuando lo hacían, se argumentaba que eran muy complicado realizar estas mediciones de realizar. Pronto comprendieron que la ausencia de datos no era una casualidad, era una estrategia que permitía, por un lado, a la hostelería desarrollar su actividad sin ningún tipo de control y, por otro, al Ayuntamiento no tener que tomar ninguna medida, por que el problema, técnicamente, no existía.
La normativa que establece la medición del ruido siempre ha sido complicada, además los equipos homologados son caros y en ocasiones de complicado manejo. En este contexto, la ciudadanía tiene dos opciones si quiere saber el nivel de ruido de la calle, convencer al Ayuntamiento para que haga las mediciones o contratar a una empresa especializada.
El primer objetivo que se marcó la asociación de vecinos afectados fue visibilizar el problema; para ello fue necesario tener datos de lo que pasaba en la calle durante la noche, ante la negativa del ayuntamiento de Zaragoza. La opción que quedaba era contratar a una empresa. Era imprescindible poder mostrar la verdadera magnitud del problema, además de conocer la evolución del ruido durante todo el día, el máximo numero de días posible, es decir, había que instalar sonómetros en diferentes calles que midieran las 24 horas del día y que permitieran compartir la información obtenida en las redes sociales.
Con los datos en la mano, Asociación Stop Ruido Casco Histórico de Zaragoza ha conseguido que el Ayuntamiento incluya el ocio nocturno en el mapa de ruido de la ciudad que se va a realizar en 2019
De esta forma, la asociación adquirió tres audiospook que después de nueve meses de mediciones en tres calles del casco histórico de Zaragoza concluyen que el 50% de las noches se supera el límite de 55 decibelios (dBA) que establece la ley, situándose la mayor parte de ellas por encima de 60 dBA y alcanzado los 70 dBA en la noches más ruidosas. Por si esto fuera poco, durante el verano aumentan las noches en las que se superan los límites permitidos, así como los niveles de ruido, debido al efecto de las terrazas. Además, se ha conseguido demostrar la existencia de una relación directa entre actividad del bar y el ruido en la calle.
Con los datos en la mano, Asociación Stop Ruido Casco Histórico de Zaragoza ha conseguido que el Ayuntamiento incluya el ocio nocturno en el mapa de ruido de la ciudad que se va a realizar en 2019. Por lo tanto, durante este año se tendrán, por fin, datos que permitan aplicar la legislación existente y planificar actuaciones de cara a alcanzar los objetivos de calidad acústica establecidos en la ley.
Empoderamiento de la ciudadanía
La negativa del consistorio a realizar mediciones de ruido exterior enmascara una estrategia de invisibilización del problema. Sin datos, las quejas por ruido procedente del ocio nocturno se movían en el terreno de las sensaciones. En este contexto, la instalación de los sonómetros por iniciativa de la ciudadanía y la obtención de información ha significado un empoderamiento claro de la sociedad civil frente a la administración. Ahora ya no hablamos de percepciones, ahora estamos poniéndole números al problema y por primera vez tenemos la sensación de que podemos llegar a mejorar nuestras deterioradas condiciones de vida.
Los primeros informes elaborados por la empresa Blue Noise han sido muy clarificadores y demuestran de forma rotunda que se ha generado un problema de salud pública en la ciudad, siguiendo los argumentos de la Organización Mundial de la Salud(OMS). Esto obliga a la Administración a abandonar la inacción en la que está sumida.
Ahora, el equipo de gobierno reconoce que existe un problema generado por una mala gestión del ocio nocturno y los tribunales de Aragón han creado ya una mesa de mediación para tratar de encontrar soluciones al problema. La solución pasa por la aplicación de la ley, a pesar de las reticencias.
Sin embargo, para poder encontrar una solución duradera es necesario que se apruebe una nueva ordenanza de ruido que trasponga la directiva europea y la ley española. Sin este marco normativo municipal será imposible recuperar la calidad de vida en las zonas afectadas por el ruido del ocio nocturno. La lección que se saca de todo esto es que la sociedad civil, una vez más, ha tenido que suplir el vacío institucional que ha dejado el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón.
Una nueva ordenanza, una nueva esperanza
Desde 2017, los técnicos municipales y de la Universidad de Zaragoza han trabajan en la elaboración de una nueva ordenanza que debería ser aprobada en abril de este año, siempre y cuando PSOE, PP, Ciudadanos y CHA no cedan a las presiones de la hostelería, que están siendo muy fuertes.
Esta ordenanza y, sobre todo, su efectiva aplicación, supondrían un paso de gigante para conseguir mejorar las condiciones de vida de las personas afectadas. Se trata de una ordenanza muy innovadora, rigurosa y bien fundamentada técnicamente. Su característica más destacable es que está diseñada para ser una herramienta eficaz y práctica. Rompe con los entresijos formalistas que habitualmente existen en este tipo de documentos e impone el sentido común.
Así, por ejemplo, establece qué pautas pueden seguirse para determinar que existe un problema de ruido a pesar de que este no pueda ser evaluado de forma estricta, en condiciones y exigencias casi ‘de laboratorio’. Es el denominado “Protocolo de Evaluación de Molestia por Contaminación Acústica”. Este protocolo admite como elementos de prueba mediciones de ruido, grabaciones de audio, vídeo u otras evidencias, como elementos que acrediten la existencia de un problema de contaminación acústica. Esto es clave, pues acepta el hecho de que en el siglo XXI contamos con tecnología que permite recoger de forma fidedigna mucha información, útil para acreditar situaciones donde no cabe duda de que existe un problema de contaminación acústica.
El énfasis y ‘puritanismo’ que se ha puesto siempre en la extrema necesidad de que las únicas pruebas que acrediten un problema de contaminación acústica fuesen mediciones realizadas con sonómetros muy concretos, precisos y caros, ha facilitado la impunidad con la que se ha ejercido las actividades de contaminación acústica. Porque no solo se planteaba una exclusividad en cuanto a los instrumentos a utilizar, también en cuanto a la necesidad de que esté personado un técnico competente durante la medición, a las condiciones en que se realiza dicha medición (situación entre fuente y sonómetro, número de mediciones, duración, etc.).
Siempre cabe cuestionar la competencia del técnico, la situación concreta de la velocidad del viento en el momento de la medición… Es decir, generar una cortina de humo ante un problema más que evidente en muchos casos, y que puede acreditarse de forma suficiente con herramientas de fácil disposición hoy en día. Para acreditar un problema de ocio nocturno en la calle no hacen falta sonómetros de precisión muy elevada en la mediación de los decibelios, como han impuesto las grandes corporaciones. Es más que suficiente medir el ocio nocturno en la calle con equipos que permitan obtener mediciones fiables, con precisiones que puedan tener una incertidumbre de entre +/- 2 decibelios, por ejemplo. Esto no quiere decir que, por supuesto, dichos equipos no deban compararse y ser tan cualificados como con los más profesionales para demostrar su fiabilidad.
Se trata de disponer de un conjunto de reglas que, guardando el rigor técnico, sean útiles. Y esto es lo que pretende la nueva ordenanza de Zaragoza, que está en la actualidad propuesta, y que supone un hito en el que se inspirarán otras en el futuro. Por primera vez, se abre la posibilidad de que una normativa, como la que se plantea en la capital aragonesa, en materia acústica en España, sea de sentido común para la resolución de los graves problemas de salud pública que genera el ruido nocturno y que repercute en las viviendas y en las vidas de las personas que habitan la ciudad.
Fuente: elsaltodiario.com