El cierre y las limitaciones de horario han favorecido el descanso de los vecinos durante toda la pandemia hasta que los bares de copas han vuelto a la actividad
Emilio Ruano vive en San Juan. El balcón del dormitorio donde duerme está a diez metros de un local de copas. Durante muchos años, tuvo una cama mueble en la cocina –que no tiene ventanas a la calle–, donde dormía los fines de semana. Llegó la pandemia y pudo volver a su cuarto y quedarse dormido antes de la medianoche. «He estado año y medio en las nubes, yo lo siento porque sé que mucha gente lo ha pasado muy mal, pero yo en este tiempo que dormido muy bien».
Su idílico descanso se le acabó a principios de este mes cuando Extremadura quedó libre de restricciones. «Han vuelto las noches en vela. Yo entiendo que el de la discoteca tiene que trabajar, pero que cierre la puerta porque la música sale fuera y yo necesito descansar», se queja este vecino de 80 años, que ni con doble cierre del balcón ni con tapones ni acostándose después de la doce de la noche consigue conciliar el sueño antes de que cierre la discoteca de abajo.
He estado año y medio en las nubes durmiendo muy bien, pero desde que abrió la discoteca han vuelto las noches en vela»
El fin de las restricciones ha permitido que las noches pacenses se alarguen hasta las cinco de las mañana y, además, que los bares de copas puedan poner música para que la gente baile en la pista, inutilizada desde marzo de 2020. Estos dos factores han sido determinantes para alterar el descanso de los vecinos, especialmente de los que viven en las calles donde quedan bares de copas y en las de subida o bajada al Casco Antiguo, por el trasiego de los que están de fiesta.
El problema no es tan grave como al inicio de la pandemia, al menos de momento, por el hecho de que algunos locales al ver que no podían levantar la persiana en las madrugadas decidieron trasladarse al paseo de la río, lo que ha descongestionado sobre todo la calle San Juan, que era uno de los focos de mayor ruido nocturno del Casco Antiguo.
Aunque la vuelta del ruido no es exclusiva del Casco Antiguo, este es el único barrio de la ciudad donde la contaminación acústica está reconocida oficialmente como zona saturada de ruidos, un título que mantendrá su vigencia al menos hasta junio de 2022.
Junto con San Juan, Francisco Pizarro y Arcoagüero son ahora las calles más problemáticas. «El ruido de los locales genera muchas molestias a los vecinos, lo que pedimos que se obligue a los porteros a disuadir las concentraciones de gente en la calle que sale a fumar o a beber», explica José María Iglesias, presidente de la asociación contra el ruido ‘Espantaperros’.
En Arcoagüero, el jaleo de madrugada ha confrontado a los vecinos con los jóvenes. «Nos han llegado quejas de que el jueves a las tres y media de la mañana estaba la gente cantando en la calle. Los dueños de los locales tienen la obligación de controlar lo que sucede también en la puerta. Una cosa es que los locales abran de nuevo y otra que las puertas estén abiertas y la gente cantando en la calle», relata Luis Pacheco, portavoz de la plataforma vecinal SOS Casco Antiguo.
Los veladores, otro foco
Además del ruido que generan los bares de copas, los vecinos del Casco Antiguo también tienen problemas con los veladores. Hasta ahora no se han quejado, porque entendían que les ayudaba a compensar las limitaciones de su actividad por las restricciones, pero con la llegada de la normalidad –argumenta Iglesias– «es el momento, de reclamar que se cumpla la ley». Sus quejas están dirigidas a los días de diario y a la ampliación de veladores permitida durante la pandemia que doblado las terrazas en lugares como la Plaza Alta. «Hemos sido pacientes, pero ahora que estamos volviendo a la normalidad, hay que controlar los veladores y el ocio nocturno. Hay mucha gente que no descansa bien y que se tienen que levantar al día siguiente de trabajar».