La situación ha sido denunciada durante años por los gaditanos de la zona, que muestran su hartazgo ante una de las fincas con jóvenes extranjeros más señaladas
«¡Que se vayan a La Punta!», exclamaba una de las vecinas de la calle Sagasta, cansada de los ruidos que la ya conocida finca alquilada a estudiantes Erasmus en el casco histórico de Cádiz. Varios gaditanos residentes en la zona reconocen que las fiestas en el lugar han sido denunciadas con llamadas a la Policía Local en numerosas ocasiones: «Ocurre casi a diario y a veces hasta las tres o cuatro de la mañana».
El episodio más grave tuvo lugar este sábado, cuando al menos 250 estudiantes tuvieron que ser desalojados de la finca durante la celebración de una fiesta de cumpleaños. Pero no ha sido el único denunciado ante la Policía Local.
Gritos, cánticos, música… Los ruidos son de lo más variados y muy frecuentes. Hasta 17 jóvenes de distintas nacionalidades residen en la finca, donde especialmente los fines de semana las concentraciones de estudiantes son habituales en las cuatro plantas del bloque.
«Hay muchas noches en las que no se puede dormir», se quejaba uno de los vecinos, que ya llamó en una anterior ocasión a los agentes municipales. De hecho, no es el único lugar del centro que ha sufrido las consecuencias de la difícil convivencia entre los vecinos y los estudiantes universitarios con becas Erasmus. Sólo en el casco histórico son conocidos al menos tres edificios alquilados en exclusiva a estos jóvenes, donde el ambiente de estudio se mezcla con la música y el jaleo cada uno de los fines de semana del curso.
De sobra conocida son las quejas de los vecinos por la concentración de Erasmus en fincas de Hospital de Mujeres o Veedor, donde desde hace años casi todos conocen el bloque de los extranjeros cuando se le pregunta porque alguna vez han oído hablar de sus famosas fiestas o porque haya acudido la Policía Local a acallarlas.
Más allá de los ruidos, la antiguedad de este tipo de fincas hace aún más peligrosas las concentraciones en este tipo de fiestas. «Es normal porque son jóvenes», admite un vecino del bloque colindante». «Pero tienen que entender que este no es un sitio de fiesta, sino un lugar residencial. Y hay que cuidar el estado de los edificios», añade.
Los inquilinos se mostraron acusados por las acusaciones y temen que tras el episodio del sábado el dueño expulse a los organizadores de la fiesta.