Miguel Cuenca, un valenciano afectado por el ruido,logra veinte años después que Estrasburgo condene de nuevo a España por los efectos del sonido sobre su salud
Año 1994. Miguel Cuenca Zarzoso, que hoy tiene 87 años, se ponía al frente de la asociación de vecinos del barrio de San José y decidía iniciar la batalla contra el exceso de ruido, cansado de que el bullicio de bares, pubs y discotecas impidiese su descanso y el de su familia. Tras numerosas quejas ante el Ayuntamiento para intentar frenar la expansión del ocio nocturno, fue uno de los vecinos que, junto a Pilar Moreno, acudió a los tribunales en 1998 para demandar al Ayuntamiento por no proteger su derecho a la intimidad.
«Las instituciones españolas no nos dieron la razón», recuerda, ya que el Tribunal Constitucional rechazó su petición. Pero Europa sí. Lo hizo primero con Moreno en 2004 y ayer, veinte años después de iniciar el proceso, con él. «Me siento bien, satisfecho. El asunto no ha ido muy rápido pero por fin hemos obtenido resultados», expresa a los pocos minutos de hablar con su abogado, Andrés Morey, del despacho que ha logrado una segunda condena para España por contaminación acústica en Valencia.
«Sufría mucho por el ruido. La música y el jaleo en la calle eran constantes. No podía dormir, mi mujer tampoco», recuerda este exdirigente vecinal. Una situación diaria que afectó incluso a su salud, como resalta la sentencia que ha quedado probado. De hecho, un informe médico encargado por el Tribunal de Estrasburgo dictaminó que las prolongadas alteraciones del sueño generadas por el ruido le provocaron ansiedad y depresión, aumento de la irritabilidad y disminución de las capacidades intelectuales, según recoge la sentencia hecha pública ayer.
«Tuve que cambiar la habitación a otro lugar de la casa, ya que estaba junto a la plaza Xúquer. Era insufrible el ruido. Y todas las molestias que supuso ese traslado al tener que modificar la casa», añade. Hubo que recurrir a un cristal doble en toda la casa, cambiar puertas e instalar aire acondicionado «porque en verano no podíamos abrir las ventanas y el calor era insoportable», recuerda Miguel. «El ‘Valium’ lo hacía polvo, de los nervios que pasaba», apunta.
Eso a pesar de vivir en un tercero, «donde se supone que teníamos que escuchar menos jaleo», comenta Miguel Cuenca. En aquella época estaba prejubilado. «Menos mal porque la situación me hubiera afectado al trabajo, sin duda. Siempre estaba nervioso, sin apenas dormir… La sentencia es una alegría pero ya no compensa el sufrimiento de entonces y el gasto realizado». Precisamente España tendrá que indemnizar a Cuenca con las cantidades solicitadas: 7.000 euros en concepto de daños morales y materiales (de los cuales, más de la mitad corresponden a las reformas realizadas en la vivienda) y otros 6.671,26 euros por gastos y honorarios.
Respecto a la situación actual, «ha mejorado mucho por la ausencia de discoteca pero hay terrazas y botellón. El ruido es un vecino más».
Fuente: lasprovincias.es