La contaminación acústica en el seno de las comunidades vecinales se consolida como el principal elemento de conflictividad en el área metropolitana de BCN
El ruido en el seno de las comunidades vecinales se ha consolidado como el principal elemento de conflictividad en la convivencia de los vecinos de Barcelona y el resto de ciudades de su área metropolitana. El fenómeno se produce desde hace cinco años en estos barrios, con el punto de inflexión de que el covid y sus medidas causaron un repunte de la tensión vecinal en general que se mantuvo vigente durante todo el año 2021.
La tendencia la radiografía el Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans de Barcelona (IERMB), que estudia, a partir de la percepción ciudadana al respecto, los niveles de conflictividad vecinal en la ‘Enquesta de Victimització de l’Àrea Metropolitana de Barcelona 2022’, la cual contempla una sólida muestra de 8.308 entrevistas telefónicas repartidas entre 4.452 sondeos en Barcelona y 3.856 en el resto de municipios metropolitanos.
“El marcado incremento de conflictividad vecinal en 2021 tiene que ver con el impás que supusieron las medidas covid: cuando se recupera la vida urbana, vuelve la percepción sobre mayor conflictividad”, explica Marta Murrià, una de las autoras del citado informe y directora del Área de Convivencia y Seguridad Urbana del IERMB, que pone el foco en que “los conflictos no son necesariamente malos, sino que tienen capacidad transformadora siempre y cuando se resuelvan con mediación y sin violencia”.
Murrià, que incide en el hecho de que el estudio del IERMB no concluye un incremento efectivo de los conflictos vecinales sino un agravamiento de la percepción vecinal sobre su existencia, da validez a la hipótesis de que el umbral de tolerancia entre vecinos ha caído a raíz de las restricciones de la pandemia. “En el contexto de esa percepción, el ruido entre vecinos, que diferenciamos del que se produce en la vía pública [terrazas, discotecas, botellones…], se reafirma como primer motivo de conflictividad”, argumenta la investigadora.
Inquietud creciente
Abogados especializados en disputas por ruido coinciden con la tendencia radiografiada por el IERMB de que la tolerancia al bullicio ha decaído en las comunidades de vecinos. “Nos hemos hipersensibilizado al haber conocido el silencio en la ciudad y ver que era posible conseguirlo, aunque implicase parar la economía. Se ha producido un cambio social y ahora preocupa más”, evalúa Lluís Gallardo, letrado de la Asociación Catalana contra la Contaminación Acústica, que atiende un millar de reclamaciones al año.
Las peticiones de asesoramiento jurídico a la entidad se dispararon durante el confinamiento. “Nueve de cada 10 llamadas pasaron a ser entonces por conflictos vecinales. Había días que no dábamos abasto”, recuerda. Ahora, el 60% de las solicitudes siguen siendo por molestias en las escaleras.
“Me he encontrado con gente que ha cambiado de domicilio para huir del ruido y ahora ha topado con el mismo problema o con otro peor. Son más exigentes”, observa Gallardo. Explica que la “reina” de las consultas es “la música alta hasta altas horas” de la madrugada, si bien nota “un incremento de quejas por ladridos”. A su vez, menudean las quejas por fiestas a deshoras y por encender la lavadora por la noche. “También hay problemas que tienen que ver con la soledad, como dejar la música puesta para conciliar el sueño”, apunta.
“Los problemas dentro de las comunidades no son solo causados por vecinos”, matiza la presidenta de la asociación Juristas contra el Ruido, Yomara García Viera, que resalta el malestar provocado por instalaciones en mal estado. “Pasa mucho con ascensores, electrodomésticos, extractores, aparatos de aire acondicionado o puertas de garaje defectuosas o con un mal mantenimiento, así como ruidos y vibraciones de equipos de refrigeración o de telefonía en las cubiertas”, detalla la abogada, que puntualiza que resuelve más protestas por “conductas muy poco cívicas” que por juergas a las tantas.
“Se trata de portazos, gente que se pone a gritar jugando a videojuegos a altas horas de la noche, a caminar con zapatos de tacón o mover muebles por la noche”, desgrana García. Cree que la consagración del teletrabajo ha contribuido a que las demandas de auxilio se mantengan en alto. “Ha crecido la conciencia de que se puede reclamar y que, por vivir en comunidad, no se tiene por qué aguantar ciertas molestias. La población se da cada vez más cuenta de que el ruido es un contaminante que afecta a la salud. A veces, cuando vienen clientes al despacho, es porque ya están enfermos”, sostiene.
Ante un encontronazo, lo más habitual es que los abogados dirijan una reclamación a quien estorba o a la comunidad de propietarios. “Entre el 10% y el 25% de los casos se tramitan ante los ayuntamientos. A no ser que el afectado tenga la suerte de que intervenga una patrulla de guardia que sea sensible y medie, la administración no es ágil en estos casos”, evalúa Gallardo. “Tenemos casos que se resuelven con un burofax suscrito por el letrado y con todo bien detallado. En cambio, el causante del ruido actúa otras veces haciendo daño conscientemente y no se resuelve hasta que se interpone una demanda”, indica García, que agrega una fuente más de fastidio vecinal: “Hay una barbaridad de quejas por pisos turísticos”.
Misma impresión corrobora la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), Ana Menéndez. “Los barrios castigados por el turismo, como Ciutat Vella, Poble-sec, Eixample y Gràcia, vuelven a quejarse mucho. No estamos aún en datos de 2019, pero se acerca”, compara. En todo caso, Menéndez resalta que las quejas que la FAVB más atiende se deben al griterío en las terrazas. “Hemos recibido casi 800 denuncias”, cuantifica.
La causa del ruido va por barrios
Aunque la conflictividad vecinal por el ruido es transversal a todo el área metropolitana, las causas de los desencuentros arrojan diferencias entre barrios. Por ejemplo, el fenómeno de los pisos turísticos no tiene tanto predicamento en la periferia barcelonesa, donde las altas densidades poblacionales y la proliferación de infraviviendas no ayuda a menguar la tensión por la contaminación acústica entre vecinos.
“Es curioso”, señala Murrià, “que la percepción de conflictividad es mayor entre personas con más estudios y renta, pero sin embargo esa conflictividad suele estar territorialmente vinculada a barrios con altos índices de vulnerabilidad”.
Lo corrobora Manuel Piñar, presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales (FAV) de L’Hospitalet de Llobregat, que expone a los barrios de mayor densidad de la ciudad, por ejemplo La Florida, Pubilla Cases, Collblanc o La Torrassa, como las zonas donde más quejas vecinales se producen entre vecinos por motivos como el volumen de la música o la televisión en domicilios.