Los vecinos vuelven a denunciar la saturación de locales de ocio en este barrio, de moda en la capital, e insisten que se declare de zona de protección acústica
Uno, dos, tres… y así hasta sesenta bares son los que se dan la mano, y se pasan la clientela, en tan solo 450 metros, entre los números 1 y 60 de la calle de Ponzano. Desde que comenzaron a llegar al barrio, allá por el año 2014, la proliferación de locales de ocio nocturno en Chamberí no ha dejado de aumentar, convirtiendo un espacio residencial en una especie de «zona cero» del ruido madrileño que reclama, a voz en grito, protección acústica. Los vecinos, hartos, han decidido coger el toro por los cuernos y organizarse como un ensamblado «ejército» para arreglar la situación. «No queremos que la juerga nos obligue a abandonar el barrio», lamentan desde la asociación de vecinos El Organillo.
Por ello, desde hace poco más de un mes, algunos de ellos se dedican al buzoneo, intentando concienciar a los demás de la problemática que tienen bajo sus casas. «Nos gusta nuestro barrio», reza el encabezado de los mensajes que han ido dejando en los portales y también repartido en mano. «Estamos cansados del ruido nocturno que impide nuestro descanso, de los bares que no respetan las normas de convivencia, de la suciedad y ocupación de las aceras», dicen en el escrito, compartido también por los moradores de Bretón de los Herreros, Espronceda, Santa Engracia y Alonso Cano, próximas a Ponzano. «Queremos seguir viviendo en nuestro barrio, queremos poder dormir y vivir», escriben, con una especie de tono de súplica. Esta no es la única iniciativa que están llevando a cabo. Las pancartas se han instalado en decenas de balcones bajo un mismo lema: «Ruidos no».
Por otra parte, la asociación también ha recogido firmas de otros habitantes cuya paciencia ha tocado techo. Han recabado más de 870, que se las entregarán al concejal del distrito, Francisco Javier Ramírez Caro (PP), en una reunión que mantendrán el próximo jueves. «Le pediremos que obligue a locales y terrazas a cumplir las ordenanzas municipales y que tramite con urgencia una declaración de Zona de Protección Acústica Especial (ZPAE)», explica Pilar, la residente que solicitó la cita. Otra de las peticiones será mejorar la «limpieza integral» de aceras de jueves a domingo y «la iluminación». «Cada noche parece que una manifestación se pasea desde Hilarión Eslava hasta Ponzano. Cierran unos bares allí y la romería se viene para aquí», continúa.
«Muchos locales están insonorizados, pero mantienen las puertas y ventanas abiertas, con lo que es imposible conciliar el sueño», cuenta Emilia, otra de las vecinas: «En verano nos morimos de calor; no podemos abrir las ventanas por el ruido, pero tampoco podemos poner aire acondicionado porque muchos edificios tienen cien años y están protegidos».
Hace un año y medio el Ayuntamiento de la capital instaló sonómetros en el barrio para realizar mediciones de ruido, pero los vecinos indican que no tienen conocimiento alguno de los resultados.Igualmente, la tramitación de la ZPAE se paralizó por las elecciones a la Alcaldía de mayo del año pasado. Según detallan a ABC fuentes de la concejalía de Medio Ambiente, el Consistorio estudia aún darle la calificación de zona protegida. Se han analizado «veinte puntos de ruido» durante tres semanas, lo que supone «16.319 horas de mediciones».
Cierre de comercios
«Cada dos por tres nos encontramos en las aceras y entradas de portales vómitos y orines. Un día, de hecho, consiguieron entrar y un grupo reducido montó una fiesta. Al día siguiente, el conserje se encontró preservativos en las escaleras», asegura Nieves, que lleva toda la vida viviendo en esta zona, una de las más concurridas de la ciudad desde hace años.
La acumulación de suciedad que se genera en los bares que están a abiertos hasta las seis de la mañana es visible en alcorques y contenedores a rebosar. Las bolsas hay que dejarlas en el suelo, ya que los recipientes no cierran. «No queremos que estos sitios desaparezcan, queremos que respeten, levantarnos descansados, que el barrio no se degrade más porque lo está haciendo a pasos agigantados», piden las vecinas. «La vida de barrio tiene que ver con las tiendas, que ya no quedan. No hay papelerías ni mercerías. Los restaurantes de siempre también van cerrando», lamentan. Poco queda del Ponzano original, el barrio que fue y quieren recuperar.