El extendido uso de material pirotécnico durante las fiestas causa importantes alteraciones en personas con trastorno autista

Bullicio, cóctel de músicas, borrachera de luces multicolores y estallido de petardos y material pirotécnico. Es parte de la Navidad. Pero lo que unos viven como una fiesta, otros lo sufren como un infierno. Bebés, ancianos e, incluso, mascotas se resienten. Sin embargo, no les pasa a todos la misma factura. Para las personas con trastorno del espectro autista (TEA) supone una tortura que les obliga a recluirse en casa y, en el peor de los casos, a tener que escapar de la ciudad para aislarse de tanto decibelio. Marta Plaza, portavoz de la Confederación Autismo España, desliza que la diversión de unos debería acabar donde empieza el sufrimiento de los demás.

Según explica esta especialista, el TEA hace referencia a un conjunto amplio de condiciones que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento del sistema nervioso. Esto da lugar a una serie de dificultades tanto en la comunicación social como en la interacción y la flexibilidad del pensamiento. «Dentro del espectro autista, hay personas que presentan alteraciones en el procesamiento de los estímulos sensoriales. No les pasa a todas, pero quienes tienen que vivir con ello pueden padecer hiper o hiporeactividad a esas percepciones. Cuando alguien tiene hipersensibilidad, determinados sonidos, olores fuertes, luces brillantes o unas texturas concretas pueden causarle un gran malestar. Por eso, las personas con este trastorno, que perciben el estruendo de un petardo más intensamente que alguien neurotípico o sin TEA, lo pasa tan mal», aclara la especialista.

El estallido por sorpresa y repentino de estos explosivos, tan aparentemente inocuos y al alcance de cualquiera (está prohibido su manipulación por menores de 12 años) les suele causar irritabilidad, nerviosismo, estrés y miedo; les provoca rabietas y la necesidad de taparse los oídos; les lleva a evitar trayectos habituales y, sobre todo, les hace sentir una necesidad imperiosa de huir y refugiarse en un entorno más tranquilo. En la mayoría de los casos, esto suele ser suficiente para que el afectado se recupere, pero depende de cada individuo. «Estos estímulos pueden afectar de diferentes formas y complicarse si van asociados a otros factores o a una ansiedad acumulada», advierte Plaza.

«La diversión de unos debería acabar donde empieza el sufrimiento de otros»MARTA PLAZA CONFEDERACIÓN AUTISMO ESPAÑA

Trabajar las sensaciones

Pocas veces se puede estar prevenido en la calle del uso de material pirotécnico, especialmente en periodos festivos como estos días, donde en España es habitual encender la mecha para calentar el ambiente. Por eso, para evitar la descompensación que produce, los expertos abogan por la prevención y la adopción de una serie de medidas sencillas, pero muy efectivas. Por ejemplo, el uso de unos cascos que minimicen el impacto sonoro, o de prendas interiores ajustadas que proporcionan presión corporal y pueden ayudar a reducir el nivel de estrés.

Se calcula que uno de cada 100 niños en España sufre algún trastorno del espectro autista, una alteración que requiere mantener hábitos y rutinas, ya que los cambios les producen ansiedad. «Por eso, el ruido de los petardos hay que trabajarlo, anticipándonos a las situaciones a las que se van a enfrentar, explicándoles en qué consisten y proporcionándoles las herramientas necesarias para combatirlas», explica Plaza.

En este sentido, la Unidad de Rehabilitación Infantil del Hospital de Manises ha elaborado una serie de pautas para ayudar a personas con autismo a encarar el ruido de los petardos e, incluso, a disfrutar con ellos. Esas recomendaciones pasan por contarles cómo son y qué ruido hacen, para que cuando vean uno lo asocien a un ruido fuerte; a que lo escuchen por televisión; a acercarlos poco a poco a quienes los lanzan para que pierdan el miedo y, finalmente, a que tiren alguno de baja intensidad para que también participen de la fiesta.

Desde la Confederación Autismo España no defienden que se prohíba el uso de material pirotécnico, pero sí que se busquen alternativas que contenten a todos, «y eso pasa por tener una mayor empatía y comprensión», precisa Plaza. Asegura esta socióloga que hace unos años ver a un niño con cascos en un colegio para acallar el ruido de la sirena era objeto de mofa y «hoy está completamente normalizado; hasta hay centros que han cambiado el sonido estridente por música. Es cuestión de tiempo».

Fuente: hoy.es